La predisposición genética aumenta el riesgo a obesidad en quienes consumen comida frita

La obesidad es una enfermedad multifactorial que tiene un componente genético, pero requiere de otro ambiental para manifestarse. Sus consecuencias para la salud y la economía son devastadoras. Antes de 1980, menos del 10% de la población era obesa. Sin embargo, a partir de entonces su prevalencia se ha duplicado o triplicado y, en 19 de los 24 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la mayor parte de la población tiene sobrepeso o es obesa. Las proyecciones de la OCDE indican que más de dos de cada tres personas tendrán sobrepeso u obesidad para el año 2020. Este acelerado incremento parece estar asociado principalmente por cambios en el estilo de vida y la dieta. Sin bien la capacidad de producir tejido graso en respuesta a los estímulos del medioambiente varía dependiendo de la composición genética de cada persona, hasta hace poco no se había demostrado claramente la participación del componente genético en la génesis de esta enfermedad.

El advenimiento de las tecnologías para la lectura del genoma humano han hecho posible llevar a cabo estudios en múltiples poblaciones para identificar genes asociados al sobrepeso y la obesidad. Hoy conocemos variaciones genéticas en cerca de 30 genes que predisponen a estas patologías. Si bien hace tiempo se sabe que la ingesta de alimentos fritos se vincula con la obesidad y sus enfermedades crónicas que se le asocian, apenas recientemente se han generado evidencias científicas que demuestran que las personas con genes de riesgo a la obesidad engordan más al comer alimentos fritos, en comparación con quienes no los tienen.

Un estudio reciente de la Universidad de Harvard demostró que las personas con predisposición genética a la obesidad pueden tener el doble del efecto en el índice de masa corporal al ingerir alimentos fritos, que personas con una menor predisposición genética (www.bmj.com/content/348/bmj.g1610). Los autores del estudio examinaron las interacciones entre la frecuencia de consumo de alimentos fritos y 32 variaciones genéticas asociadas a obesidad. En el estudio participaron 6,379 hombres y 31,049 mujeres de los Estados Unidos en los cuales se estudió su consumo de alimentos fritos tanto en casa, como fuera de ella. Se tomaron en cuenta datos sobre su índice de masa corporal y factores del estilo de vida como la cantidad de ejercicio diario y los hábitos asociados al tabaquismo, entre otros.

Al comparar la evolución de los participantes con el mayor riesgo genético, la diferencia en el índice de masa corporal entre aquellos que comieron alimentos fritos cuatro o más veces a la semana, y aquellos que los consumieron menos de una vez por semana, fue de un kilo por metro cuadrado de superficie corporal en mujeres y 0.7 en hombres. Por otra parte, en los participantes con el menor riesgo genético, estas diferencias fueron de 0.5 kilos en las mujeres y 0.4 en los hombres. Los resultados demuestran que aquellas personas con mayor predisposición genética a la obesidad tuvieron una propensión significativamente mayor a hacerse obesos si comieron alimentos fritos frecuentemente, comparados con aquellos cuya predisposición genética a la obesidad era menor.

Los hallazgos indican que el riesgo genético a la obesidad podrían mitigarse simplemente cambiando los hábitos de alimentación. Si bien existen otras variantes que pueden influir en estudios como este, los resultados hacen evidente la interacción entre el riesgo genético y el medio ambiente en el origen de la obesidad.

El impacto de la medicina genómica en el cuidado de la salud se hace cada vez más evidente. Así, progresivamente observaremos como la lectura personalizada del ADN permitirá identificar a un número cada vez mayor de factores de riesgo genético asociados al riesgo a enfermedades comunes. Esta información comienza a traducirse en políticas de salud pública de alto impacto que permiten conocer los riesgos individuales a padecer enfermedades de alto impacto social y económico, a fin de ofrecer progresivamente una práctica médica más individualizada, más predictiva y más preventiva. Hoy en día, la genómica nos ofrece evidencias científicas que contribuirán a mitigar los efectos del medio ambiente en nuestra salud al conocer los riesgos individualizados a muchas enfermedades. Sin duda, la educación para la salud, apoyada en la genómica, tiene un gran potencial para contribuir a la prevención del sobrepeso y la obesidad.


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