Innovación en ciencias de la vida

El concierto actual de las naciones incluye a México entre aquellos países emergentes que cuentan con las condiciones necesarias para participar en la economía del conocimiento. En este nuevo orden económico, la innovación en ciencias de la vida tiene un papel central por su capacidad de traducir el conocimiento científico y tecnológico en aplicaciones de alto valor económico que contribuyen a mitigar retos globales de la humanidad.

La investigación científica tiene dos valores fundamentales: un valor intrínseco y otro instrumental. El primero reconoce a la generación de conocimiento científico como parte fundamental de la cultura universal y es quehacer inherente a los seres humanos. Por su parte, el valor instrumental de la ciencia resulta de su aplicación al desarrollo de productos y servicios que permiten contender mejor con retos sociales apremiantes como el cuidado de la salud, la alimentación humana o la suficiencia energética, entre otros.

Hace cerca de 10 años el mundo conoció por primera vez la secuencia del ADN que forma al genoma humano. A partir de entonces comenzó una verdadera revolución cuyas implicaciones en la economía global comenzamos a atestiguar. El acelerado avance de la genómica y su convergencia con otras tecnologías, como la informática, ha diversificado su campo de acción. En consecuencia, las aplicaciones de las ciencias de la vida a la producción primaria, al cuidado de la salud y a la industria han dado lugar al surgimiento de la bioeconomía, contribuyendo de manera directa a la generación de valor económico.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) considera que las aplicaciones de la genómica comienzan a tener una participación cada vez mas importante la generación de riqueza de las naciones y el bienestar social de su población. Las tendencias globales indican que las economías emergentes con infraestructura adecuada y recursos humanos competitivos como México, pueden incorporar a la genómica como un elemento clave para su prosperidad y crecimiento económico.

A lo largo de las siguientes semanas recorreremos algunos casos contundentes en los cuales la genómica contribuye a la prevención de enfermedades, genera plantas que toleran las embestidas del medio ambiente o contribuyen a la generación de biocombustibles. Revisaremos también otros ejemplos en los cuales la genómica contribuye a regular mercados en la industria pesquera a través de códigos de barras genómicos, o produce microorganismos capaces de generar alimentos, vacunas, lubricantes o cosméticos.

Formar parte de la economía del conocimiento resulta ya indispensable para sobrevivir en una economía con nuevas reglas. Una economía en la cual la capacidad de traducir el conocimiento científico y tecnológico en aplicaciones para las necesidades de los mercados globales comienza a ser la moneda de cambio. México tiene un importante potencial para integrar exitosamente a la genómica en su estrategia económica, pero para poder hacerlo, primero debe creer que lo puede. En las últimas décadas México ha desarrollado vigorosamente las ciencias genómicas. Estos esfuerzos han conducido a la generación de infraestructura, recursos humanos calificados e instituciones de vanguardia como el el Instituto Nacional de Medicina Genómica, el Laboratorio Nacional de Genómica y Biodiversidad y el Centro de Ciencias Genómicas, entre otras. Si bien estos y otros esfuerzos resultan de enorme beneficio para el País, México requiere urgentemente de una Política de Estado moderna, robusta, con visión de futuro y de gran calado que le asegure la capitalización de estos esfuerzos en su crecimiento económico. Una Política visionaria que asegure el incremento sostenido de la inversión en ciencia y tecnología, la generación de recursos humanos especializados y su orientación a prioridades nacionales que no cambien cada seis años. Que genere los incentivos para vincular los programas científicos existentes con el registro de su propiedad intelectual, que asegure el desarrollo efectivo de sinergias público-privadas y la inversión de capital de riesgo. Solo con una Política de Estado que privilegie la innovación podremos asegurar la transferencia del conocimiento científico y tecnológico al sector productivo fortaleciendo la competitividad del País en las cadenas globales de valor.

Los nuevos tiempos que vive México hacen propicio el desarrollo de estrategias innovadoras de gran envergadura y visión global que contribuyan a su crecimiento económico, al bienestar social y al enriquecimiento cultural que tanto anhelamos. Aprovechemos esta oportunidad antes de que sea demasiado tarde.


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